Noticias de película
7 febrero, 2022Plan Director impartido por la Guardia Civil
10 febrero, 2022Los alumnos de 3º ESO han creado narraciones ficticias a partir de un cuadro famoso. Con ellas hemos trabajado la narración, la descripción y el diálogo. Os dejamos una muestra:
La clase de danza (Edgar Degas)
LA CLASE DE BALLET
Me encontraba en la clase del señor Douglas, siempre le he tenido bastante respeto a este hombre. Nunca nadie se atrevía a replicarle cuando comentaba algo, sobre todo la manera de bailar. Siempre utilizaba comentarios despectivos para referirse a cualquiera de nosotras y aunque hicieras una espléndida actuación alguna falta te encontraba.
Ese día era un día muy importante: nos comentaron que debíamos llegar a primera hora de la mañana porque nos esperaba un largo día. A parte de eso no nos comentaron nada más.
—Clarise, ¿Qué crees que ocurrirá hoy?— me preguntó mi muy buena amiga de clases.
—La verdad que no lo sé, espero que no nos hayan hecho venir tan temprano para nada— comenté con aburrimiento.
Nos encontrábamos todas las alumnas sentadas en el suelo a la espera de alguna noticia pero al parecer no sucedía nada.
De repente, apareció el señor Douglas con una señora algo estirada, con aire de superioridad; parecía una persona muy importante en este mundo y todas nos pusimos de pie instintivamente.
—¡No me lo puedo creer! Es la directora de la mejor academia de baile de toda Francia. Es alucinante.
—Nunca he escuchado nada de ella.
—Como que no— exclamó mi amiga— su academia de baile ha sido la que más premios ha ganado en todo el país.
De repente una compañera me dio un golpe en el brazo, y dirigí la atención a la señora que nos lanzó una mirada para que guardáramos silencio. Una vez que nos callamos comenzó con su discurso.
—Encantada alumnas, soy la señora Tatiana. Seguramente ya sabréis quién soy así que no hace falta presentarme. Hace tiempo me di cuenta que necesitaba alumnas nuevas, con carácter distinto y con una técnica distinta a lo que ya conozco. Mi queridísimo amigo me comentó que en esta clase hay mucho potencial, por lo tanto haré audiciones para mi academia. Elegiré a cinco alumnas, por lo tanto, preparad vuestra coreografía.
Al terminar su discurso, todas mis compañeras salieron corriendo a preparar su coreografía. No me consideraba muy buena, siempre había practicado en el sótano de mi casa y había preparado coreografías. No tenía mucha confianza en mí pero aún así yo también intentaría hacerlo lo mejor posible.
Después de unas dos horas bastante duras y largas llegó la hora de dar a conocer nuestras coreografías.
Muchas de mis compañeras lo hicieron magníficamente, mientras que otras resbalaron, cayeron y tropezaron.
Después de largos minutos me tocó a mí, recordé una canción que desde pequeña me encantó y con ella preparé una coreografía. No tenía mucha confianza en poder ser seleccionada así que sólo bailé mientras pensaba que todo quedaría pronto en el recuerdo de que había bailado delante de la mejor directora de baile de toda Francia.
Cuando terminamos de bailar, se marcharon a dar un veredicto regresando unos minutos más tarde. Dieron cuatro nombres, los nombres de las que lo hicieron mejor y con más gracia pero quedaba solo un nombre y todas estaban alarmadas por saber la elegida.
—Por último, quería comentar que la elegida no ha sido por la técnica ni por la coreografía, ha sido la manera por la que llega al público y hace sentir que te está contando la historia del ballet solamente a ti; pocas personas son capaces de transportarte a su mente por lo tanto la elegida es…
De momento la tensión se sintió en el ambiente, podría ser cualquiera ya que la técnica no contaba tanto.
—… Clarisse Moreau, felicidades.
No me lo podía creer, no tenía sentido, no era buena, no tenía la técnica ni la gracia que hay que tener en el escenario. De repente, todas mi compañeras se lanzaron a mí a darme las felicidades.
De ahora en adelante voy a ser alumna de una de las mejores academias de ballet de todo el país. Y eso me pone realmente nerviosa.
Teresa Jiménez Huerta, 3º B
Niños a la orilla del mar (Joaquín Sorolla)
EL NIÑO PERDIDO
La mañana del 3 de julio me encontraba en la playa de Maracas. Había ido con mi familia, mis padres y mis dos hermanos, Lucas de cinco años, quien tenía el cabello rubio y ojos castaños, y Thomas de siete, el cual también era rubio y tenía unos grandes ojos verdes. Yo, al igual que mis hermanos tengo el pelo rubio y ojos pardos, soy la mayor de los tres y a veces me aburre jugar con ellos por eso ese día decidí quedarme a observarlos.
Eran las doce y media de la mañana aproximadamente y el sol estaba desprendiendo bastante calor, mis hermanos se tumbaron en la orilla del mar y el entretenimiento de ambos era jugar con la arena mojada y hacer figuras, mientras yo los miraba con detenimiento y me mantenía de pie con una gran pamela amarilla y mis pies húmedos por el agua. En ese momento mi madre captó mi atención.
– María, trae a tus hermanos y secaros que vamos a almorzar – dijo ella, entre impaciente y emocionada.
Cogí a ambos de la mano y fuimos hasta la sombrilla. Allí, mi padre sacaba la comida de la nevera y mi madre comenzaba a empapar en crema a mis hermanos. Durante la pequeña comida, un niño pequeño, de aparentemente dos o tres años, se acercó a nuestro sitio buscando ayuda: parecía ser que se había perdido.
Mis padres comenzaron a hacerle preguntas de dónde estaban sus padres o si estaba realmente perdido. Al ser un bebé no se le terminaba de entender del todo y decidimos quedarnos con él hasta que sus progenitores aparecieran. Mi hermano mediano le preguntaba por su nombre y si era de nuestra misma ciudad pero el pequeño sólo respondió a la primera pregunta: Daniel era su nombre.
Entre los tres decidimos terminar de almorzar para jugar un poco con Daniel, ya que se le veía un poco triste por la falta de sus padres, mientras los míos intentaban contactar con algún socorrista. Fue en ese entonces cuando de un gran megáfono se escuchó: “Se ha perdido un niño y responde al nombre de Daniel, va sin bañador y es delgado, de ojos marrones y pelo castaño”-
Yo y mis hermanos corrimos en busca de nuestros padres y los cinco llevamos a Daniel hacia el puesto de socorrismo donde había una pareja de jóvenes los cuales parecían ser sus padres y Daniel corrió a abrazarlos.
Ese día regresamos de la playa especialmente felices por haber cuidado de Daniel hasta que volvió a reencontrarse con sus padres. Ahora que somos mayores, mis hermanos y yo recordamos especialmente ese día.
Aitana Borreguero Ruiz, 3º C
La lechera (Johannes Vermeer)
EL PASTEL DEL HONOR
La joven se encontraba en la estrecha cocina, la clara luz de la tarde se colaba por la ventana que tenía frente a ella. Era abril aunque aún se podía sentir el rebelde frío del invierno. Estaba sola en su casa, como de costumbre, pues su padre llevaba varios días fuera en otro pueblo cumpliendo su trabajo y su madre salió de paseo con su hermana menor.
Pero la muchacha tenía un deber que cumplir, su madre la mandó a preparar la mejor merienda que fuera capaz de hacer. Dentro de poco iría de visita a su casa su tía y cada vez que ella iba había que preparar lo mejor. Ella desde que era una niña fue enseñada a cocinar, y era algo que se le daba muy bien.
Comenzó a coger un par de ingredientes, como una taza de leche fresca y un par de huevos. Empezó a remover y consiguió una buena mezcla, que al final le sirvió para conseguir un pastel esponjoso y dulce.
Su madre llegó al rato con su hermana y también acompañada de su tía, que venía cargada de joyas doradas y plateadas que se veían muy caras. Le lanzó una mirada de desprecio a su sobrina.
-Tienes todo el traje lleno de manchas-acabó diciendo y se sentó.
-La niña ha estado cocinando para tu visita, hermana-dijo la madre.
-Pues más vale que eso esté al menos dulce.
-Ya sabes que ella tiene buena mano en esto-defendió su hermana pequeña.
-La última vez no estaba bien cocinado, no quiero volver a recordar eso-se quejó.
Ella ya estaba acostumbrada a esos malos tratos por parte de su tía aunque no entendía el por qué.
Trajo el pastel sin importarle las miradas tan odiosas que le lanzaba su tía. Puso el pastel sobre la mesa y lo cortó en perfectos trozos. Le dio uno a su hermana, a su madre y luego cortó otro para su tía.
Al cabo de unos veinte minutos de espera, se preparó para los comentarios despectivos de su tía. Pero para su sorpresa no recibió ni una mala mirada, solo una cara de asombro.
-No está mal, nada mal-miró a su hermana- Esta joven tiene talento. Vendrás conmigo, allí puedo darte un buen trabajo de cocinera y podrás desarrollar tu habilidad.
Pero ella no se lo pensó ni dos veces.
-No, no iré. Siempre me has tratado como has querido y no me vas a utilizar para hacerte aún más rica gracias a mis postres.
-Pero te estoy dando una gran oportunidad, niña.
-Prefiero seguir cocinando para mi madre y no ganar ni una sola moneda a tener que convivir contigo.
Su hermana pequeña sonrió a escondidas.
-¿Y qué harás? ¿Estar toda tu vida encerrada aquí cocinando para una pobre madre y hermanos? ¡Qué desperdicio!.
-Al menos no me tratan como lo haces tú-reprochó ella llena de valentía.
-Vendrás conmigo, y no hay más quejas- sentenció mientras se levantaba de su asiento.
-Ella no irá a ningún lado, es mi hija y si no quiere ir no lo hará- defendió la madre después de haber estado varios minutos en silencio observando la escena.
-Pero hermana, esta niña no tiene otra cosa que hacer que cocinar, y para una cosa que se le da bien es mejor que me la lleve al palacio conmigo.
-He dicho que no- respondió cruzando sus brazos.
-Eres muy testaruda. Nadie quiere a una mujer testaruda y vieja. ¡Se acabó! ¡Fuera de mi casa!
Y tan rápido como llegó se fue, de mala gana. Ella siempre había sido así de antipática con su familia y ellos habían aguantando durante años su comportamiento pero esa tarde cruzó los límites.
La niña pasó la tarde charlando con su madre y merendando de su dulce pastel, y estaba muy feliz de por fin haberle plantado cara a esa mujer.
Bianca Martín, de 3º C
Noche estrellada (Van Gogh)
El REENCUENTRO DE LA NOCHE ESTRELLADA
Era 23 de diciembre de 1977 cuando dos almas pasaron cerca una de la otra sin ni siquiera pensar que estaban hechos el uno para el otro.
Él se llamaba Víctor , tenía más o menos unos 25 años, mientras que ella era unos años mayor que él y se llamaba Irina. Esa misma tarde se habían encontrado en un café. Él inmediatamente se había dado cuenta de que aquella chica se encontraba un poco sola y quiso acompañarla. Se acercó a ella ya que se veía muy pensativa y la saludó. Ella accedió al saludo y esa tarde hablaron de muchas cosas. A él le había agradado mucho pasar un rato con ella.
Tras aquel encuentro pasaron algunos meses y sus sentimientos fueron demostrando frutos, se hicieron novios pero se separaron porque sus padres se oponían a la relación.
Con el tiempo se volvieron a encontrar y bajo la luz de una noche estrellada sintieron amor una vez más y hasta el día de hoy perduró su amor y ya ni la misma muerte logró separarlos.